¿Hay humor?

¿Hay humor?
Fontaine de Marcel Duchamp

El primer paso lo dio Marcel Duchamp, aplicó al arte conceptos alternativos, fuera de toda ideologización y transcendencia; abrió caminos y transitó por sendas que nunca antes se habían sido pisadas por artista alguno en la historia. Uno de ellos es el HUMOR: iconoclasta, distante, de ironía conceptual; gran parte de su obra exalta lo vulgar, lo popular, lo cotidiano, va dirigida contra la visión aristocrática de los eruditos del “gran arte”; quiere una vulgarización democrática de éste y una contemplación que abarque al público en general. Realiza una síntesis entre lo formal y lo conceptual, entre el objeto y su función, que nos predispone a un mundo cercano al humor, que provoca sonrisas y una transgresora ironía.

Nadie posteriormente ha recogido este arte desquiciado tan bien como Maurizio Cattelan, un genio de la nada, un artista del truco y el pastiche, de lo vulgar, incluso lo escatológico, y de la denuncia comercial del arte; éste solo es negocio.

Veamos unos ejemplos: esa mano con cuatro dedos cortados que hace un gesto obsceno sobre un pedestal colocado frente al Palazzo Mezzanotte, la Bolsa de Milán; otro, el Papa Wojtyla con un meteorito debajo de la sotana, en el culo; otro, Hitler convertido en un niñato arrodillado; item, ese plátano que vendió en Basel Miami y que fue engullido.

Cattelan, su osadía, su visión nihilista del esteticismo, entronca con un concepto del arte que tiene más que ver con la provocación y sentimiento del observador que con el significado. Hay en ese arte un humor sarcástico que es hijo de nuestro desolado tiempo.

El humor es necesario incluso en el arte.

¿Hay humor? - pieza de arte

L.O.V.E by Maurizio Cattelan